
Tras bajar las escaleras y atravesar la puerta de salida, comienzan su trayecto hacia la residencia Larrea. Hay unas nueve cuadras hasta la puerta del norte, era prácticamente la otra punta del pueblo.
Mario – ¿Donde queda lo del Larrea este?
Joel – Es al norte, después de que termina el maíz ponéle medio kilómetro mas.
Mario – ¿Que? Es un buen rato caminando. Es terrible este pibe le das la mano y te agarra hasta el cuello.
Joel – Nadie dijo nunca que fuera cerca, que vos no sepas donde vive la gente es tu problema.
Mario – No puedo ocupar mi mente con las direcciones de todo el pueblo, tengo cosas mas importantes en que pensar.
Joel – Si, seguro…. Seguro se están gestando las respuestas a todos los problemas de la sociedad en esa cabeza.
Mario – Calláte gil.
Tras caminar una cuadra y media, doblan a la derecha, avanzando las nueve cuadras que los separan de la puerta de salida a la zona de cultivos.
Mario – ¿Nos dará de comer este Larrea? Sino entre que vamos y volvemos no comemos más. Ya pescar no es una opción, si llegas después de la una podes terminar comiendo a las cuatro de la tarde.
Joel – Acabas de comer el desayuno, no paso ni media hora y ya estas pensando en almorzar gordita, no te va a entrar el bikini en el verano.
Mario – Cerrá el orto, yo como por horario no según hace cuanto comí. A las doce y media mi panza sabe que es la hora de almorzar y a mi me da hambre, y punto.
Joel – Eso es ahora porque en el colegio comes a esta hora.
Mario – Exacto, tengo la panza disciplinada.
Joel – Entonces no importa a que hora comas, podes disciplinarla como quieras.
Mario – No fui yo el que la disciplino fue el colegio, ahora es tarde para cambiarla, quiero comer. Podría comprar un sándwich por acá.
Joel – Entonces la panza que te disciplinaron te domina a vos, te disciplinaron a vos gil no a la panza.
Mario – Cerrá el orto.
Joel – Además no tiene sentido ese horario nadie mas come a esa hora.
Mario – El resto del mundo puede comer cuando quiera, yo tengo hambre ahora.
Joel – ¿Conoces a alguien que haya terminado el colegio y coma a las doce y media?
Mario – No, ¿Y?
Joel – Y que entonces no tiene sentido que te acostumbres a comer tan temprano, si el resto de tu vida vas a comer mas tarde.
Mario – Puedo volver a disciplinar la panza.
Joel – Vos no creo, en todo caso alguna oficina, que ejerza su disciplina en vos.
Mario – Cerrá el orto, yo puedo disciplinar mi panza como quiera, ahora elegí este horario porque me cierra con lo que hago todos los días.
Joel – Seguro, si mañana nos corren el horario del almuerzo a la una te van a acostumbrar a la una, y ya.
Mario – En todo caso yo me voy a acostumbrar.
Joel – Pero no sos vos el que controla el horario gil, te están disciplinando a vos, si querés creéte que sos vos pero vos no controlas nada.
Mario – Vos no entendés nada, yo me adapto a lo que me presentan
Joel – Masomenos, si es así ¿Porque tenés hambre ahora?
Mario – Y, porque me adapte a este horario, no es instantánea la adaptación ¿No leíste nada de Darwin vos pibe? Las especies tardan milloooones de años en...
Joel – (interrumpiendo) Callaaaate gil, dale anda a comprarte algo al almacén ese, que una ves que pasemos la puerta no hay nada más. Compráme uno ya que vas.
Mario – Viste que hay hambre, te la das de groso pero sos el mas educadito, gil.
Joel – Me diste hambre vos de tanto hablar de comer.
Así Mario entro en el último local de la cuadra anterior a la puerta de salida del pueblo, después quedaba media cuadra de depósitos y casas abandonadas hace mucho tiempo, ahora tapiadas en puertas y ventanas. Esta salida era bastante más grande que la del oeste por la que se había ido Fernando. Una calle de asfalto de dos manos la atravesaba, por la que grandes cargamentos de alimento eran traídos desde las nueve de la mañana. A esta hora ya no circulaban alimentos sino camiones con obreros, maquinaria o vendedores de palas y demás artículos de cultivo que salían rumbo a las zonas de cultivo.
Tras cruzar una última calle estarían cruzando el gran portón que casi nunca se cerraba, la única con esta cualidad. Y así avanzaron comiendo su almuerzo al paso, tras pasar la puerta doblaron a la izquierda avanzando unos cuatrocientos metros hasta el camino que bordea la plantación de maíz. Por dicho camino tenían 2 kilómetros todavía, por suerte el clima los acompañaba, aunque unas nubes se veían asomando por el oeste.
Mario - Panza llena corazón contento
Joel – Panza obediente tenés que decir vos.
Mario – Panza adaptable.
Joel – Panza educada.
Mario – Ya fue.
Joel – Se.
Mario – Que raro que haya mandado el libro envuelto en papel. Es un libro nada más
Joel – Eso lo saco de Fernando, decía que no era buena idea que se vea todo lo que circula por el pueblo, pero que hay que mostrar que circula algo que no se ve. Decía que para darle de que hablar a las viejas.
Mario – Si, justo lo que más le importaba a Fér eran las viejas, justo. Te estaba delirando.
Joel – No se, siempre que mandaba o llevaba algo escrito lo envolvía o metía en un sobre así de papel madera.
Mario – Nunca vi que le mande nada a nadie.
Joel – A mi me hizo llevarle cosas varias veces. Mas que nada libros, y varios a este Larrea.
Mario – ¿Que sos el pibe de los mandados de medio pueblo vos?
Joel – Sera que la gente sabe que cumplo con las entregas, lo bueno es que varias personas me deben favores, contándote a vos.
Mario – ¿Qué te debo yo? ¡Ladrón!
Joel – María Fernanda Algodabar
Mario – Aaaahhh, eso no es nada, ni siquiera le saque un beso, eso no es un favor.
Joel – No es mi culpa que no sepas hablar con una mujer, vos quisiste el encuentro y yo lo arregle, me debes un favor, punto.
Mario – Ta bien, ta bien. Che ¿Y este Larrea que onda? Vos lo conoces ¿no?
Joel – Apenas, casi nunca está, tiene un cajón al lado de la puerta para que le dejen cosas cuando le llevan algo. Una sola ves lo vi, y apenas hable.
Mario - ¿Osea que no sabemos nada del señor este?
Joel – Nop. Yo le pregunte a alguno que otro del pueblo y todos te dicen, aaaahhh si, el que vive allá pasando el maíz. Pero dudo que alguien sepa algo más que eso.
Mario – A Rubén hay que preguntarle.
Joel – Le pregunte, pero hace bastante ya, cuando Fér le mandaba libros.
Mario – ¿Y Fér de donde lo sacó?
Joel – Creo que el viejo de Fér lo conocía a Larrea. Y cada tanto iba a la casa a cenar.
Mario – ¿Este viejo no será el que los convence de irse no?
Joel - No creo, pero si Rubén se pega el palo puede que tengas razón.
Mario – Me parece que no le voy a dar mucha bola, me suena a viejo loco de entrada.
Joel – Vos porque sos medio gil y cualquiera te convence de cualquier cosa. Si ni siquiera elegís a que hora comes.
Mario – Ah claro, porque vos si elegís a que hora comes todos los días.
Joel – Touché.
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