
Se termina el sueño, es hora de despertar, ya son las 7. Joel despierta comenzando su usual sudoración, el dolor comienza en la base de su cráneo. Desciende a la base de la columna vertebral como un tranvía de agujas y ardiente carbón, lanzando pequeñas puntadas por cada costilla que rebasa, convergiendo en el esternón, 24 dagas en el pecho en 60 minutos. Los órganos se estremecen como si tuvieran turno. Entre pequeñas convulsiones, algo de secreciones, se pasa la hora habitual. De un segundo a otro llegaron las 8 de la mañana. Todo vuelve a la acostumbrada calma del pueblo de Maftasan.
El panadero, quien solía despertar aun antes de las 7, abría su tienda a los primeros transeúntes, a los callejeros. Aquellos hombres que han perdido la fuerza necesaria para sobrellevar una tortura diaria. Dedicados solamente a deambular balbuceando silabas en lenguas muertas para el mundo, recibiendo alimentos de algún que otro piadoso conocido de la antigua escuela, que enuncia seguidamente: “Es una lastima que Jorge se haya dejado llevar por una hora diaria, a una vida de negar la realidad así... Se olvida que sin esa hora el sol deja de salir en un par de días, y después fue.... todo”.
Desde la ventana de Joel se divisa medio poblado y cuarta parte aun permanecía en la sombra. Sentado en su cama observa por su ventana en dirección noreste, mientras la luz del amanecer va alcanzando lentamente su ventana. Nunca la recibirá en su rostro, no en su cama al menos, tan solo un rincón es iluminado diariamente. Cuando se ilumina la cruz de la iglesia boriana Joel deja su habitación, una media hora después de terminado el rito.
Al reunirse con su familia para desayunar, su madre en tono de preocupación se dirige a Joel.
Dora - Ay nene ¿Porque tardas tanto en bajar a la mesa? Las tostadas ya están casi frías, y tu hermano ya se fue a su entrenamiento. Que suerte que le haya tocado el turno tarde. Si tuviera que ir de noche posiblemente terminaría como todos esos locos que andan por la calle todos sucios. ¿Vos no será por eso que tardas no? Mira que no voy a permitir que ningún hijo mío termine así.
Joel - Tranquila má, me quedo descansando, sabes que me cansa un poco esto de despertarme sudando y con dolores.
Dora - Si nene ya se, vos no te preocupes come tranquilo y después salí para el colegio que vas a llegar tarde.
Joel sabia que el tono de preocupación de su madre no era nada para alarmarse, casi siempre hablaba así, en especial con sus familia y amigos. Seria su forma de demostrar su afecto hacia su gente querida, pensaba el. Su padre Javier, por otro lado, todas las mañanas se embutía en su diario y su café hasta las 9:30 cuando salía corriendo a trabajar mascullando quejidos sobre como siempre se le hacia tarde. “¿Porque no me dijiste que ya era tarde Dorita?" No puedo estar corriendo así todos los días.” Decía, aunque Dora, que conocía el funcionamiento matutino de su marido, ya contaba con los relojes apropiadamente adelantados 10 minutos. Ella no podía permitir que su marido llegara tarde a trabajar por su propia pasión por las noticias, o eso pensaba. Así salía por la puerta a los tumbos poniéndose el saco seguido por Joel que a esa hora saldría hacia el colegio tras pasar a buscar a su vecino Mario, quien se encontraba hoy esperándolo en la puerta de su casa. Algo poco común.
Mario - Vamos rápido y silbando bajo. Pasó algo, apúrate dale.
Joel sin cuestionar las palabras de Mario se despide de su padre y salió a la carrera de su compañero.
Joel - ¿Que paso?
Mario - Es Fernando, dice que deja el pueblo.
Joel - ¿Como? ¿No entiende ese pibe? De esto no se escapa.
Mario - Si bueno, pero no todos lo aceptan tan fácil Joel.
Joel - Se… Además con los padres que le tocaron no es una gran sorpresa.
Mario - Supongo que eso es otra cosa de lo que no se escapa
Joel - ¿Eso que?
Mario - La herencia familiar, el linaje
Joel - ¿Ósea que vas a ser diariero vos? ¿O trabajar en un salón de belleza? Jajajaja
Mario - No seas bobo, aunque no seria de sorprenderse que termine haciéndome cargo del puesto de diarios, ya algunas veces hice el recorrido de entrega de las 8:20, cuando el viejo estaba enfermo.
Joel - Cierto, entonces supongo que terminare siendo carpintero como mi viejo.
Mario - Y… cierta facilidad tenés para esas cosas.
Joel - Se, che ahí esta, mira ya tiene la mochila puesta. ¡¡¡FERNANDO!!!
Fernando, siempre fue alto, dicen que pego el estirón porque la vida se lo requería. Con su padre fugado del pueblo y su madre deambulando por las calles, había aprendido a mantenerse por sus propios medios desde pequeño. Por eso no asombraba demasiado a nadie que se fuera, en este pueblo nunca había conocido más que el estudio y el trabajo. Habiendo cumplido recientemente sus 18 años decidió que ya había tenido suficiente de este pueblo y su gente. Con ese humor lleno de un optimismo enfermante, claro que este pensamiento se lo guardaba. En el pueblo se sabía que se iba a buscar a su padre.
Fernando - EY!!! Pensé que no iban a venir a decirme chau.
Mario - Y vos también mira la hora que elegís, gilastrun.
Fernando – Siempre es mejor viajar de día, para ver el paisaje.
Joel – Si bueno, para eso o para llegar de noche, sabiendo que te vas a despertar a las 8 mejor dormirte temprano vayas donde vayas.
Fernando – ¡JE! Por eso siempre me caíste bien pibe, sos de los pocos que me hablan con los pies en la tierra, en vez de desearme un buen viaje.
Mario – Vos sos otro de esos pocos, cada vez quedamos menos acá.
Fernando – Supongo, pero me imagino que no se sorprenderán con esto muchachos. Más sorprendente seria que me quede acá. No tengo casi nada en este pueblo, dolor nada más, además dicen que estas cosas se heredan.
Joel – Si, la verdad es que apostamos a que edad te ibas. Perdí por un año.
Fernando – Jajajaja!! Y bueno querido me hubieras dicho y compartíamos ganancias, no me hubiera venido mal para el viaje.
Mario – No te va a hacer falta, siempre te las arreglaste.
Fernando – Con amigos es fácil arreglarse. Ahí afuera veremos que pasa, lo único seguro es que no voy a volver a pisar este lugar.
Mario – Anda tranquilo, nosotros te cuidamos el rancho por si las dudas.
Fernando – Hmpf! Se los dejo a su cargo, también a la vieja. No les puedo pedir que la cuiden porque es incuidable, pero si le dan un pan de vez en cuando se los agradezco.
Joel – No te preocupes, nos encargamos.
Fernando – Adiós entonces, mejor partir rápido, si me quedo mucho voy a escuchar las habladurías del pueblo, y ya saben que pienso de eso. Chau
Mario – Chau
Joel – Chau
Tras abrasarse con ambos Fernando dio media vuelta y empezó a caminar hacia la puerta. Los chicos se quedaron mirando un rato, como le abrían la puerta y desaparecía cuando la cerraban. A los 10 minutos ellos seguían ahí parados en silencio, simplemente mirando la puerta, cuando corriendo llega una chica pelirroja de estatura media y unas cuantas pecas en la cara. Una compañera de curso de los chicos, también amiga de Fernando.
Anabel – ¿Donde esta?
Joel – Ya se fue, te lo perdiste.
Mario – Hubieras venido en bicicleta, si vivís en la otra punta del pueblo era seguro que corriendo no ibas a llegar.
Anabel – Podrían haberlo retenido un rato ustedes. ¿O pensaron que no iba avenir?
Joel – Que raro que no te haya esperado, ahora que me decís ni siquiera te nombro, estábamos con la cabeza en otro lado supongo.
Anabel – ¡¡¡QUE MALOS QUE SON!!!! Yo me vengo corriendo para decirle chau y ni siquiera se acuerdan de mí.
Joel – Disculpa corazón, sabes que no te lo hicimos a propósito.
Anabel – Si ya se. Igual podrían haber sido considerados.
Joel – Supongo. Vamos yendo que se nos hizo tarde.
Mario – La profesora sabia, ella me aviso. Supongo que asumiría que no iríamos a la primer hora.
Joel – ¿Ella te aviso? Pensé que te habría dicho el.
Mario – No, ella me dijo, me llamo a casa hoy a la mañana.
Anabel – A mi también me llamo ella. ¿Como sabia antes que nosotros?
Mario – Ella siempre lo quiso como un hijo a Fer. Supongo que querría que alguien fuera a despedirlo.
Ninguna casa pasaba los tres pisos, y eran pocos los aventurados que construían tan alto. Entre los edificios enanos iban caminando los tres, como tantas veces lo habían echo en sus escasos 16 años. Pero hoy no se escuchaba salir de ellos al habitual escandalete sobre el que los mercaderes acostumbraban comentar a eso de las nueve y media. Hoy no solo se habían retrasado sino que caminaban por la vereda manteniendo una conversación de poco volumen, pocas alteraciones en el tono, ninguna emoción desbordada en palabras.
Simplemente decían lo mínimo necesario que, ellos sabían, evitaba habladurías en el pueblo respecto de ellos. Ya bastante tenían con la huida de Fernando como para tirar mas leña al fuego, sino comenzarían con que ellos lo habían echado, que ellos habían planeado cosas oscuras con el y estas requerían que uno de ellos deje el pueblo, que ellos si irían yendo como el otro uno tras otro, etc. En el pueblo, toda acción publica era comentada en privado, si bien ya la población era considerable y creciendo por año, la circulación de las noticias verbales era mas veloz que las emitidas por radio o publicadas en el diario.