miércoles, 17 de diciembre de 2008

construcciones



Él iba caminando como todos los días, por la calle que caminaba todos los días, pensando en las mismas cosas que todos los días. Alguna canción que nacía en algún rincón de su cabeza y trepaba hacia abajo por sus neuronas hasta alcanzar lentamente la garganta, y obligarlo a cantar alguna fracción, si no toda entera. Cuando repentinamente nota algo frente a el, en una leve línea diagonal hacia la derecha, pero frente a sus ojos en fin.
Con una figura que oculta su belleza al ojo que no sabe observar, sus movimientos exceden una destreza ligeramente conocida, tal ves la haya visto mil veces, tal vez es la primera ves que cruza algo por el estilo. Pero él es un observador, como pocos, define en sus horas nocturnas postrado en una cama con ya demasiados años y telarañas, él observa la belleza que revolotea como fuegos fatuos a su alrededor. Y así comienza la construcción, esa figura domina su mente, todas las otras voces se apagan, los cantantes escuchan, los libros se cierran, los juegos se convierten en maquinas constructoras. Sobre ella él articula mil palabras, sobre sus deseos mas altos y sagrados como sobre los más bajos y sucios, sobre sus formas con la gente que conoce, con la gente que no conoce, la construcción es larga y podría ser infinita si el tiempo se lo permitiese. Sobre la verde grama que crece en las mezetas de la carne se elevan grandes edificios hechos con palitos de helado y topolino, a costa de sacrificar todo lo naturalmente sensual él construirá grandes conglomerados, parques industriales, empresas de colectivos, almacenes, una corte suprema, incluso algún que otro cabaret.
De repente el juego debe cambiar, las edificaciones caminan rigurosamente alineadas, pero él, esquivando cuerpos sin vida a sus ojos, acelera levemente su paso, es el momento de mostrarse. El momento de observar y construir a concluido, ahora desea ser representado, desea jugar un papel activo frente a toda esa maquina que produce intensidades que el mismo creo. Por un momento observa el rostro, cuando esta a su lado; Su paso esta exactamente calculado para darle tal vez hasta 40 segundos para mirar su rostro. Observa con la rapidez del lince sus rasgos. Por la forma de su boca y la comisura de sus labios juraría deducir que palabras suele enunciar, con su ojo descubre que tanto llora y la compasión con la que puede mirar, en sus cachetes mide la cantidad de besos que da al saludar por día, en sus pómulos ve él rustico maquillaje que se aplica, apenas para ser aceptada en el mundo cosmético del espectáculo. Así su deseo crece, escucha como este grita por ser llevado hasta sus últimas consecuencias, lo ve saltar, lo siente empujarle la espalda y olfatea el hedor del cazador que emerge desde sus entrañas. Pero también la siente a ella, la ve alrededor del mundo, entre cataratas y desiertos, la escucha gritar y cantar a toda hora del día, huele el aroma que ella genera, el dulce aroma por el que daría todos sus sentidos menos su olfato, a cambio de una eternidad sintiéndolo, siente el sabor de sus labios, de sus pechos, de sus piernas, de todo su cuerpo, lo siente desde la puna de la lengua hasta el fondo de la garganta, también juraría haber percibido el roze con su piel, ni la seda mas fina podría competir con esta suavidad, así el a sentido cada detalle de ella. Con esto a formado a quienes pueblan la ciudad que se había construido sobre sus caderas, ahora es una ciudad que alberga un movimiento atrozmente veloz, teme que este movimiento lo exceda y domine para finalmente dejarlo medio muerto en un callejón donde solo se encuentran el y la sevillana clavada en sus costillas.
Llego el esperado momento, la pasa, sin perderse él ultimo vistazo de reojo por supuesto, levemente se va posicionando delante de ella, esta seguro que es visto, observado, que sobre el se están construyendo cosas en este mismo instante. Durante una cuadra y media el siente en sus espaldas el creciente peso de una ciudad, con los grandes rodados recorriendo sus calles empinadas, el ruido de los frenos y las bocinas lo ensordecen, las luces de neon lo enceguecen, el humo contamina su nariz y solo huele el azufre y el smog, su piel es azotada por los fríos inviernos y los cálidos veranos en las calles del centro, en su estado de obnubilación sensorial recorre metro ras metro, siempre con el paso firme, se va alejando de ella lentamente, olvido regular la velocidad para mantenerse sobre los ojos de su ciudad, el cuerpo no siente, la ciudad camina, no habla, no escucha, no ve, solo camina.
Al llegar a una esquina descubre que a descuidado su estrategia, que se ha visto envuelto en un remolino constructivo y a olvidado todo, se da cuenta principalmente cuando un hombre lo detiene a punto de ser atropellado por un colectivo. “Señor, ¿esta bien? Parece desorientado.” No responde, solamente gira la cabeza buscando su deseado paraíso metropolico, y ve como este cruza la calle alejándose de el, pero el no va para allá, es una lastima perder tanto trabajo, tanto movimiento. Nada paso, nada pasa, la sensación de muerte vuelve a sus entrañas, Pero a decidido ya no debatirse a sí mismo en busca de porque carajo no le dijo algo, o no fingió tropezar para rozar su piel, o algo, simplemente decidió aceptarla como una construcción mas, un amor que nunca fue. Diariamente él construye y puebla mil ciudades, millones de barrios se pierden en el olvido casi tan rápido como se formaron. ¿Podría llamarse vida a esta empresa constructiva? ¿Es esto lo que todas las propagandas promueven al decir elige, desea, sé?
Lo duda, una construcción así solo le prueba la poca importancia que puede tener en un mundo lo que construya desde su sujeto. Toda construcción que guarda en si y evita que esta genere cualquier tipo de acción que implique otro cuerpo, solo tiene por destino morir en soledad, no por eso dejara de hacerlo, diariamente seguirá esta construcción, esporádicamente construirá en conjunto, otras veces construirá en nombre de alguna empresa, y solo producirá ganancias o despidos. Construirá con todo prácticamente, desde los caracoles del lago de Palermo hasta una ola de tres metros que arrasa una zona lejana del mundo, con todo lo que se le cruce en el camino el construirá grandes edificios de plástico y papel. Es lo que siempre le enseñaron a hacer, nunca nadie le pregunto realmente si desea construir, todos asumen que él lo desea, que todos lo desean. “Como no va a desear construir -diría espantado algún doctorado en psicología- si la base de su ser es la construcción. Un ser humano que no desea construir es un renegado, no desea ser parte de la sociedad que hemos construido, frente a este caso tenemos solo dos caminos a seguir. 1, medicarlo, le daremos tantos comprimidos que deseara construir solamente para dejar de consumir medicamentos, o 2, encerrarlo, apartarlo de toda la sociedad, solo así evitaremos tener dando vueltas mas gente que no desee construir. Solo con estos métodos evitaremos que el virus del no-deseo se propague por el mundo, después de todo el ser humano se diferencia del resto de los animales porque DESEA. Si no fuera por esto no seriamos mejores que un cerdo o un perro callejero, y nosotros somos mejores, nosotros construimos, esa capacidad nos pone en un plano superior de la evolución. Esta habilidad tan gloriosa nos da derecho a tomar lo que queramos para nuestras construcciones, a utilizar lo que deseemos y adulterarlo como deseemos, ya que nosotros deseamos, y el simple hecho de hacerlo nos da derecho a hacerlo. Si algún día un caballo decidiera construir su propio establo lo dejaríamos, si bien el caballo debería ser capaz antes de juntar suficiente dinero para comprar la propiedad y los materiales de construcción nadie se lo impediría. Ya que todo ser que desea es capaz de tener propiedad privada, es otro derecho inalienable del deseo, sino, nunca estarían satisfechos nuestros deseos.”
Frente a esto debe el hombre crecer, esta es la ley de esta era, ley que el mismo a formado por millones de año a costa de interminables litros de sangre y barro. Este hombre vive en muchos cuerpos, come una infinidad de cosas distintas cada día, se pasea por todas las calles de la ciudad, observa todos los detalles del mundo y siente todo olor posible, tan solo para construir sobre ellos interminablemente, esperando algún día construir algo tan grande que satisfaga su deseo. Sin embargo la carencia es una de las leyes básicas del deseo, si no le faltara no desearía, y esta es la instancia necesaria para que el hombre sea superior a todos los demás seres vivos. El día que el hombre este satisfecho, se revolcara con los cerdos en el barro y comerá el pasto con las vacas y ovejas, ese día el hombre abrazara a la vida y dejara de construir sobre ella las pesadas edificaciones que la aplastan.

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